“El viaje alcanza su máxima expresión en soledad: para ver, examinar y valorar, tienes que estar solo y a tu aire. Otras personas pueden confundirte: solaparán tus impresiones peregrinas con las suyas; si son una buena compañía obstruirán la vista, y si son aburridas corromperán el silencio con banalidades, haciendo trizas tu concentración con frases del tipo: «Oh, mira, está lloviendo» y «Cuántos árboles tienen aquí»”.
Paul Theroux
El viejo Expreso de la Patagonia
El viejo expreso de la Patagonia termina así: “Había llegado a la Patagonia, y me reí cuando recordé que había llegado aquí desde Boston, donde tomé el subterráneo que llevaba a la gente a su trabajo.” Estos sólo son los clásicos puntos A y B en la línea geográfica de la odisea ferroviaria emprendida por Paul Theroux, uno de los exponentes de mayor éxito de la literatura de viaje contemporánea. En el medio, un sinfín de nombres más o menos desconocidos o, parafraseando al mismo autor, nombres que van desde lo familiar, a lo ligeramente distinto, hasta lo totalmente exótico: Sullivan Square, South Station, Chicago y luego Laredo, Veracruz, Santa Ana…bajando hasta Esquel, hasta el extremo sur del continente americano.
No cabe duda, el tren es el medio de transporte ideal para escribir un libro de viajes. El rítmico avanzar de las carrozas en la vía, una ventana como espejo sobre el mundo que nos permite ser testigos de la metamorfosis del paisaje quilómetro tras quilómetro. Y además, las personas que pueblan los vagones y que llevan consigo costumbres que a menudo son el reflejo de culturas enteras. Al mismo tiempo, el tren tiene evidentes límites, ya que no puede proporcionar un retrato completo de un país y de su gente. “Desde el tren no se puede ver todo”, afirma el autor añadiendo en otra ocasión: “Había estado en América Latina lo suficiente para saber que los trenes llevan una marca de clase. Sólo las personas casi indigentes, los cojos, aquellos sin zapatos, los indios y los campesinos medio locos cogían los trenes, o sabían algo de ellos. Por eso eran una buena introducción a las miserias sociales y a los esplendores naturales del continente.” (Trad. mía)
Otro aspecto central del libro lo constituye la exaltación del viaje en solitario. Theroux consigue capturar plenamente las sensaciones que invaden al viajero a lo largo del camino, destacando sobre todo al papel fundamental que juega la soledad, a menudo preferible a la compañía de otras personas que inevitablemente modifican su sensibilidad hacia el ambiente que lo rodea. La soledad puede acarrear momentos de nostalgia pero contribuye en la mayoría de los casos a afinar nuestros sentidos, dándonos la capacidad de captar momentos y matices. “En los mejores libros de viajes la palabra solo está implícita en cada página emocionante, es fina e imborrable como una filigrana”. (Trad mía) La soledad buscada puede, finalmente, representar el objetivo último de la aventura misma: “Si uno de los objetos del viaje era darte a ti mismo la sensación de estar solo, de que después de quince o veinte mil millas te habías adelantado a todos y estabas embarcado en una misión de descubrimiento en un lugar remoto, entonces yo había cumplido el sueño del viajero.”
El viejo expreso de la Patagonia es un libro que fluye rápido, como un tren, en el que los únicos momentos de estancamiento son aquellos descritos a propósito por el autor, que también aquí consigue transmitir a la perfección las largas esperas que marcan su avanzar hacia sur. Admito que este es el primer libro de Paul Theroux que cae en mis manos. Había leído alguna entrevista online y las citas en los blog de otros viajeros me habían llamado la atención, pero nunca antes había viajado con su narración, hasta hoy. Ahora, casi por inercia, ya he empezado la lectura de otra de sus grandes aventuras en tren, Dark Star Safari, esta vez (re)descubriendo el continente negro. Pero esta es otra historia.
Me pasa eso con Theroux, lo he leído en muchos blogs, citas, comentarios, referencias, pero nunca se cruzó aún en mi camino de esas maneras mágicas que se cruzan los libros especiales. Ya va a llegarme el momento…Mientras tanto a has puesto tu granito de arena en mi curiosidad hacia él!
Abrazo grande!
Jejeje a veces pasa! Si supieras la cantidad de libros y autores de los que oígo hablar y que debería leerme…ufff A mí este libro de Theroux me gustó mucho, el que empecé (pero que tuve que dejarme en casa en Suiza
) también me estaba gustando! Además me entran unas ganas de viajar a esos sitios que no te digo jejejej
un abrazote!