Amanecer como inicio. Como principio de cualquier cosa. Como origen, no necesariamente del mundo, pero sí de nosotros. Pero también como simple y lento comienzo de un día. Si pienso en el inicio se me viene a la cabeza una tormenta de imágenes y recuerdos. Sin embargo, ¿no es curioso que se nos ocurran tantas cosas pensando en nuestros orígenes, pero el verdadero “momento cero” no lo puede recordar nadie? Según lo que está escrito en los papeles y los cuentos de mis padres, el mío fue en un hospital suizo, eran las 8h20 de la noche y por la experiencia de los años que han pasado desde que tengo uso de razón supongo que fuera haría un frío que pelaba. Ese fue solo el primer amanecer, luego vinieron muchos más.
Este primer post de “Días de abecedario” es una lista de amaneceres que he vivido a lo largo de mis veintiocho años y que sueño con vivir algún día no demasiado lejano.
Amanecer de lo enorme visto por la nada… lo enorme en este caso es el Grand Canyon; la nada, nosotros. Han pasado algunos añitos desde ese viaje, pero el espectáculo de ese amanecer no se ha borrado de mi mente. Probablemente la memoria me engañe un poco, siete años no son pocos. No recuerdo en qué punto del parque estábamos, pero algunos grupitos de personas se iban acercando al borde del barranco a la espera de algo importante. Sentados en las rocas oscuras de la madrugada, nosotros también esperábamos, cámara en mano, su llegada. Recuerdo que un azul muy singular llenó el paisaje, parecía que todas las piedras del cañón fueran de ese color. Y luego vino él con todos los tonos de rojo, naranja y amarillo que el ojo pueda detectar. Seguramente muchos más, porque en la inmensidad de ese momento a la nada no le queda otra que admirar pasivamente el espectáculo de la naturaleza.
Amanecer, casi boliviano, de colores y calma… La llaman la Siberia argentina, pero a pesar del nombre altisonante muy poca gente conoce el pueblo de Abra Pampa, en el extremo norte de Argentina. Yo pasé por ahí gracias a una de esas extrañas casualidades que solo el viaje te regala. Quería ansiosamente llegar a Bolivia, pero entonces iba a ser imposible cumplir ese sueño (que sigo teniendo). Necesitaba por lo menos una excusa para acercarme cuanto más al país andino, como si todavía desde este lado de la frontera hubiera podido al menos oler Bolivia, verla desde lejos, imaginarla desde cerca. Justo en esos días en Casabindo se celebraba la única corrida de toros de todo el país. Nada que ver con la barbaridad española, y también por eso decidimos acercarnos para echar un vistazo. Fue así como acabamos en Abra Pampa el día anterior a la fiesta. Ahí conocimos a los borrachos del pueblo, tomamos vino en tetra pack con ellos y, a pesar del calor atroz del día, pasamos una de las noches más frías de todo el viaje. Fue precisamente ahí donde viví uno de los amaneceres más grandiosos de mi vida. La calle polvorienta de la mañana estaba completamente vacía, y por encima de las pequeñas casitas cuadradas se dibujaron durante un momento rayas azules, rosas y moradas en perfecta sintonía con el blanco dominante del ambiente, de la cal y del polvo. Al parecer Abra Pampa se parece mucho a los pueblitos bolivianos del otro lado de la valla. Pero eso quiero ir a averiguarlo algún día.
Amanecer de despedidas… Este fue hace poco, el 8 de julio de este año. Llevaba un mes en Colombia y unos días en Bogotá en compañía de unos buenos amigos. Había llegado el momento de las despedidas. Otra más, el viaje te da mucho pero exige siempre algo a cambio. Las amistades se hacen tan intensas también porque son vividas casi con furia, con el afán de las cosas breves, como la llama violenta que enseguida se apaga. Lo que realmente se apaga no es la amistad sino el privilegio de estar juntos y vivir aventuras codo a codo. Después de tanto andar por caminos polvorientos, de noches frías luchando con el aire acondicionado de un autobús, de mucho compartir y aprender, mis pisadas iban a alejarse de otras ya muy familiares. En la despedida del León de Rosario y de Camilo se abrazaban besos y promesas lejanas quilómetros y semanas. Todavía me duelen sus palmadas en el tatuaje recién hecho.
Amanecer que me gustaría vivir… Dicen que no hay nada comparable con el despertar de la selva visto – y oído sobre todo – desde la altura de un templo maya en la antigua ciudad sagrada de Tikal. El silencio más parado se disuelve y deja lugar a una sinfonía de ruidos de animales y arboles. Como una enorme orquesta natural se erige un concierto tan sincronizado que no necesita director.
Y para cerrar el amanecer emocionante de cada nuevo viaje, que por casualidad últimamente he visto siempre desde los grandes cristales de un aeropuerto, esperando el momento de subirme al avión para esquivar como un esquiador las barritas verticales e imaginarias que marcan los husos horarios. O también desde la pequeña ventanilla del mismo avión en el aire. Este es un comienzo que no puedo dejar de soñar, de vivir, de esperar y disfrutar. Cada vez de forma distinta, cada vez con la misma emoción de estar participando en el primer día de todo.
Bienvenido a los “Días de Abecedario”!!!
Tuve los míos en el mes de agosto y fue maravilloso!
Che, el Gran Cañón, eso debe ser maravilloso, lo que describís me dio una idea pero lo que ha de ser estar ahí. Hace muchos años pensé que lo conocería pero el destino quiso que mi paso por USA, entre otros destinos, me dejara ese pendiente.
No te quiero desilusionar con Bolivia y la comparación con Abra Pampa. Aunque creo que en parte tenés razón y toda la Quebrada de Humahuaca se parece a la vez no se parece en nada. bolivia, su altiplano tiene una “personalidad” propia. Tenés que conocerla, Bolivia es única!!!
Te mando un abrazo y me voy a leer tu día “B”!!!
Hola Juan Manuel! Qué tal todo?
Y lo espero, porque así querrá decir que cuando vaya DE VERDAD a Bolivia fliparé en colores!
Aquí estamos, intentando dar la vuelta al alfabeto tb jejeje Escribo este mensaje y voy a ver tu blog! Pasaste por Bolivia entonces? Y qué tal? No hay ni una sola persona que no haya quedado encantada con ese país! Yo lo estoy rodeando, pero no he ido aún!!! Estoy segurísimo de que mi comparación se queda corta
Al Grand Canyon puede que vuelva en Navidad este año, no sé, pero los recuerdos que tengo de ese amanecer y de ese sitio…wow son difíciles de describir con palabras. Realmente la naturaleza de los EEUU (y sobre todo del oeste) es impresionante!
un abrazote!